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Prensa argentina pondera a la Tri, "la maquinita que amenaza a Sudamérica" (Link)

Lo cuentan quienes caminan las calles de Quito: las victorias de La Tri cambiaron el humor de todos. La pasada semana, la de la última victoria (3-1 ante Venezuela, en Puerto Ordaz), la gente la vivió -según cuenta la periodista Marcela Caicedo- como una suerte de evento patrio. Caravanas con autos vestidos para la ocasión: con los tres colores de la bandera y del seleccionado, el amarillo, el azul y el rojo. Las caras pintadas, las sonrisas que no cabían en esas caras. Los abrazos repetidos con conocidos y con desconocidos. "Una fiesta de doce puntos", gritaban en la capital. Y los ecos se reproducían por todo el país, desde las bellezas de las Galápagos hasta los barrios periféricos de Guayaquil. La referencia era para la sensación de ese momento y también para una verdad que cuenta la tabla de las Eliminatorias en Sudamérica: Ecuador es líder, con cuatro victorias en cuatro partidos; doce puntos, la cifra ideal.

La victoria clave, la que marcó el principio de este momento que se guardará en la memoria de los mejores momentos del fútbol ecuatoriano, sucedió bajo el cielo del Monumental. El 8 de octubre, La Tri asombró a todos en América y en el mundo. Con una actuación para seguir aplaudiendo se impuso 2-0 ante Argentina, de visitante. Lo logró sin los amparos del azar. Las claves del éxito fueron su audacia para jugar a contramano del manual del equipo visitante. Se plantó de igual a igual, sin vueltas. Frickson Erazo y Felipe Caicedo marcaron los dos goles en poco más de 120 segundos de juego, cuando el partido entraba en su último tramo. "Buscamos hasta el final. A nuestra manera. Y por eso tuvimos nuestro premio", dijo entonces -con razón- el capitán Walter Ayoví. "Monumentalazo", definía en un titular inmenso el diario El Universo, en ese Ecuador de celebraciones a cada paso. En España, el diario Marca se hacía eco a la distancia: "Ecuador hace historia ante una Argentina sin alma". Estrictamente eso.
 
"Desde aquel momento la confianza creció mil por ciento. Hacia adentro, entre los jugadores. Y hacia afuera, entre la gente, que volvió a creer en el equipo luego de una floja Copa América. De repente, Ecuador se convirtió en otro equipo: veloz, convencido en la idea, directo para atacar, generoso para defender. Y así fue superior y les ganó a los cuatro rivales a los que enfrentó. Pareció magia, pero fue trabajo. El trabajo de Gustavo Quinteros", cuenta Marcela Caicedo, ante la consulta de Clarín. Hay otras dos virtudes que quienes conocen en detalle a este seleccionado destacan: el crecimiento de los rendimientos individuales y la armonía en la relación cuerpo técnico-jugadores.

Lo de Quinteros -dicen- es una auténtica revolución. Cambió todo desde su llegada, a pasos breves y firmes: desde la distribución táctica hasta los modos de entrenamiento; desde la dieta alimentaria hasta el vínculo con la prensa. Tiene una ventaja este santafesino de Cafferata: conoce muy bien el fútbol de Ecuador. Dirigió entre 2012 y 2015 a Emelec, con el que se consagró bicampeón. Antes, se había transformado en un emblema del fútbol de Bolivia (como jugador del histórico equipo de Xavier Azkargorta que se clasificó a Estados Unidos 1994 y como entrenador) y había tenido su paso por la Argentina (jugó en San Lorenzo y en Argentinos y también fue técnico de los de Boedo y de San Martín de San Juan). Hoy, quizá, está viviendo el mejor de sus momentos: en Ecuador, le elogian hasta la forma de caminar.

Además, la altura de Quito resulta un fantasma en tiempo presente. La ciudad en la que "la pelota no dobla" (como dijo alguna vez Daniel Passarella tras una derrota en esa geografía) es un espacio hostil para los visitantes. Lo fue en cada uno de los tres recorridos previos a los Mundiales a los que accedió (Corea-Japón 2002, Alemania 2006 y Brasil 2014) y lo es ahora, días en los que luce como la sensación de Sudamérica. El estadio Atahualpa -ubicado a 2.850 metros sobre el nivel del mar- es el escenario perfecto para el fútbol de vértigo que propone Quinteros. En estas Eliminatorias ya lo comprobaron dos rivales: Bolivia -acostumbrado a las alturas- sólo aguantó un tiempo y terminó cayendo 2-0; y Uruguay, que perdió 2-1, pudo haberse ido de regreso a Montevideo con una goleada en contra.
 
Hay otras caras visibles más allá de la de Quinteros. Antonio Valencia -ya con suficiente roce en las ligas de elite- es el más conocido a nivel universal. Pero hay otros: Cristian Noboa es clave para el equilibrio defensivo, Jefferson Montero es una garantía de creatividad del medio hacia adelante; Fidel Martínez y Miller Bolaños aparecen como las nuevas apuestas. Pero la gran figura es otra: Felipe Caicedo, Felipao para todo Ecuador y para todo el mundo. Hizo un gol en cada partido de las Eliminatorias. Cuatro en cuatro, un registro que le permite ser el máximo anotador de la competición de la que también participan, por ejemplo, Messi, Agüero y Neymar. Ya está consolidado en la Primera División de España. En Ecuador se transformó en la perfecta iconografía de este momento feliz. Hasta el presidente Rafael Correa subió a su cuenta de Twitter una foto del delantero con la banda presidencial. Y decía en menos de 140 caracteres: "Ya tenemos presidente. Tenemos a Felipao".

En esas calles de Quito en las que -explican- la fiesta todavía dura, una pared ofrece un mensaje que muchísimos leyeron. Dice en letras negras y grandes sobre el fondo blanco: "Para ser vistas algunas cosas primero deben ser creídas". En eso anda La Tri: creyendo para ver el Mundial de Rusia 2018 en su horizonte.

 

Tomado de: Clarín