Mazazo estremecedor.

Enviado por carlosefrain el Mar, 16/10/2007 - 11:25

El mazazo de Venezuela obligó a que los técnicos frustrados, sabios, gandules, pelafustanes, intelectuales y agoreros, de siempre, salgan de sus madrigueras y afilando las uñas, lancen zarpazos, para después, frotarse las manos, mostrando el espejo  del enfermizo egocentrismo con el cual tratan de liquidar la ilusión de miles de fieles seguidores de la tricolor.

Lo difícil empieza ahora, cuando es necesario consolidar un rendimiento parejo y eficaz, cuando se tenga que arrastrar marcas y falte decisión, cuando falte peso y las falencias se muestren en el fondo, donde el golero tiembla y riega la fiebre del nervio, cuando no haya una salida clara de mitad de cancha,  cuando los puntas bajen a la mitad de la cancha por falta de producción, cuando los laterales se estacionen y no ganen en el anticipo, ahí deberá establecerse que los problemas del fútbol no podrán resolverse tras el análisis de un partido ganado o tres  puntos de diferencia, sino hablando con honestidad, quitándose la careta, con la que varios jugaron el partido ante la débil, especulativa y ultradefensiva Venezuela, que vino por el hueso (léase empate, utilizando para ello, 9 hombres atrás, dejando a un llanero solitario, que se batió con solvencia y talento ante los lentos zagueros ecuatorianos) y salió con el bife jugoso y exquisito de la victoria.

Todo el mundo habla, es que la sangre hierve y pica la lengua. Los pincelazos de talento de Lara duraron poco, los esfuerzos colectivos fueron carcomidos por la rutina de entrenamientos cansinos e invariables, mostrando con ello que la magia de Suárez está por terminar y lo mejor es analizarla a tiempo- antes de que se nos caiga el bunker, donde hemos estado 8 años y el golpe sea letal.

Es que  todo se transformó en un peloteo intrascendente y aquel dinámico esquema ofensivo se fue derrumbando como un castillo de naipes; los despliegues individuales exhibidos alternativamente por Cristian Benítez y compañía fueron intervalos de gratos recuerdos, después vino la cruda realidad, con sensaciones de frustración y decepción.

Ecuador había sido fiel a su estilo, a la filosofía de jugar para ganar y para que disfrute la gente que ve el fútbol. Los tiempos de un equipo monotemático, solo capaz de quebrar a los rivales por su ataque perseverante y muchas veces repetitivo, parecen quedar en el olvido, aquel equipo de versatilidad táctica, sorprendente y eficaz en el recambio, hoy es un dulce sueño

La imagen de la actual "Tri", imprecisa y nerviosa, cediendo terreno y pelota durante varios pasajes es inaceptable. El impensado contraste obliga al replanteo de conceptos. Las variantes no tuvieron techo, el nivel fue paupérrimo.

Las "estrellas europeas" que cuestan un ojo de la cara, no han rendido. Ahí están Edison Méndez, escondido en los momentos cuando más lo necesitaba la selección; Antonio Valencia, sacrificado y mermado en su recuperación; Carlos Tenorio, la prueba viviente de lo que significa ser inoficioso y atarantado, eso por citar tres, sin nombrar siquiera a Daniel Viteri, un golero que forma una barrera a 45 metros de su arco, mostrando que para él, los secretos del arco, son pura palabrería.

Todos deben volver a sus raíces, porque la tradición nos dice que cuando Ecuador lucía efectivo y tomaba las riendas de un partido, dominaba al rival con laboriosidad, como cuando decidía despachar rivales en forma abrumadora y aplastante.

Y la misma historia nos relata que si bien había jugadores como Agustín Delgado máximo goleador de las eliminatorias, con 16 conquistas, que obligaba al equipo a volcarse con una apuesta generosa hacia el espectáculo, es trascendente enfatizar que inclusive los talentosos como Alex Aguinaga, expedía entrega y sacrificios tácticos, colaborando en la contención y aportando en los relevos. Hasta eso se ha perdido. No hay relevos, no hay líderes. Ellos, los guerreros de Corea y Alemania, hoy son añorados y recordados, porque ilusionaron a los 13 millones de ecuatorianos cuando salían al campo de juego vistiendo la sagrada "Tri".

Es decir, la reflexión está planteada. La solución está en manos del técnico y jugadores. Es el amor propio de ecuatorianos, que con dignidad, seguramente incursionarán y se posesionarán otra vez de la tradición e historia de un equipo que siempre será el orgullo número 1 de todos. Esa es la mejor conclusión para volver a Quito, con dignidad y pateando tachos, haciéndoles morder la lengua a los "intelectuales" de siempre, a los que se solazan, cuando el fútbol ecuatoriano, saca a pasear a los viejos fantasmas, aquellos que nos hacían recordar las humillaciones, vejaciones y goleadas de antes.

¿Será el mítico "Maracaná", de Brasil, donde Ecuador marque el camino de recuperación? Es posible, total, soñar, no cuesta nada.

Gmr/at/