Los taxistas de Pekín temen no estar preparados a tiempo para JJOO de 2008
Los taxistas de Pekín, a los que se pidió que mejoren su inglés para poder atender a los visitantes de los JJOO de 2008, reconocen que va a ser difícil estar preparado para esta cita, debido a las escasas horas de que disponen para estudiar y la falta de viajeros extranjeros con los que practicar.
"Estoy muy cansado para estudiar, después de un día de trabajo. No creo que pueda cumplir las normas de la empresa, que nos obliga a memorizar al menos dos nuevas palabras por día", señaló, en declaraciones al diario "China Daily", el taxista Su Wenkai, de 51 años.
Uno de sus compañeros, Zhang Guozhen, de 31 años, se queja de que no puede recordar las palabras "porque hay muy pocas oportunidades de practicar".
Los taxistas se quejan del elevado precio de las clases de inglés, la falta de clases prácticas de conversación, y la ausencia de un libro de texto estándar para todos los conductores (cada compañía de taxis utiliza manuales diferentes).
Aunque Pekín tiene una considerable comunidad extranjera, entre empresarios, diplomáticos, estudiantes y periodistas, también son muchos los taxis, por lo que las probabilidades de que a un taxista le toque un viajero que hable inglés son bastante bajas.
Además, no todos los extranjeros hablan inglés fluido, y otros, en vez de "enseñar" a los conductores de taxi, prefieren practicar con ellos sus nociones de mandarín.
Desde 2005, los taxistas han de superar un examen de inglés básico, además de demostrar conocimientos sobre la geografía de Pekín y de normas de educación, con el fin de obtener una licencia de operación.
Como en el resto de la sociedad china, los taxistas más jóvenes suelen mostrarse más entusiastas a la hora de aprender y hablar inglés, mientras que los más mayores lo ven como una pesada carga.
Hace unas décadas anteriores, no se enseñaba inglés en muchas escuelas chinas, ya que se prefería el ruso a la hora de impartir lenguas extranjeras.
Además, durante los años de la Revolución Cultural (1966-76) se abandonó la enseñanza de lenguas extranjeras y muchas otras asignaturas, por lo que es escaso su conocimiento entre los ciudadanos que ahora rondan los 50 años.
"Estoy muy cansado para estudiar, después de un día de trabajo. No creo que pueda cumplir las normas de la empresa, que nos obliga a memorizar al menos dos nuevas palabras por día", señaló, en declaraciones al diario "China Daily", el taxista Su Wenkai, de 51 años.
Uno de sus compañeros, Zhang Guozhen, de 31 años, se queja de que no puede recordar las palabras "porque hay muy pocas oportunidades de practicar".
Los taxistas se quejan del elevado precio de las clases de inglés, la falta de clases prácticas de conversación, y la ausencia de un libro de texto estándar para todos los conductores (cada compañía de taxis utiliza manuales diferentes).
Aunque Pekín tiene una considerable comunidad extranjera, entre empresarios, diplomáticos, estudiantes y periodistas, también son muchos los taxis, por lo que las probabilidades de que a un taxista le toque un viajero que hable inglés son bastante bajas.
Además, no todos los extranjeros hablan inglés fluido, y otros, en vez de "enseñar" a los conductores de taxi, prefieren practicar con ellos sus nociones de mandarín.
Desde 2005, los taxistas han de superar un examen de inglés básico, además de demostrar conocimientos sobre la geografía de Pekín y de normas de educación, con el fin de obtener una licencia de operación.
Como en el resto de la sociedad china, los taxistas más jóvenes suelen mostrarse más entusiastas a la hora de aprender y hablar inglés, mientras que los más mayores lo ven como una pesada carga.
Hace unas décadas anteriores, no se enseñaba inglés en muchas escuelas chinas, ya que se prefería el ruso a la hora de impartir lenguas extranjeras.
Además, durante los años de la Revolución Cultural (1966-76) se abandonó la enseñanza de lenguas extranjeras y muchas otras asignaturas, por lo que es escaso su conocimiento entre los ciudadanos que ahora rondan los 50 años.