FIFA: Juego sucio, guante negro
Agazapada, en la oscuridad de la noche, esperando que el balón esté quieto y sin alma, la FIFA acaba de dar uno de los golpes más dolorosos al exitoso y esforzado fútbol ecuatoriano, al prohibir las confrontaciones internacionales de fútbol, en ciudades con una altura superior a los 2.500 metros.
En la pura ideología de la FIFA, el fútbol pasa a ser- además de un negocio redondo, un medio para obtener poder en el mundo. Si el capitalismo global ha incorporado al balompié como el mejor ejemplo del éxito mercantilizado, las grandes empresas empiezan a cuestionar la ausencia de otros países de mucha mayor tradición que Ecuador, que ausentes en otros mundiales, reclaman ahora vía "mercado negro" una posibilidad de estar en Sudáfrica 2010. Eso es todo. Lo que nos digan hoy, mañana y pasado, será el cuento de siempre. Como que la altura de las ciudades, por arte de magia, apareció ayer….
¿De donde viene esta absurda y ridícula decisión? La respuesta es simple. El pedido de los grandes Brasil y Argentina, que mordieron el polvo de la derrota en nuestra inexpugnable cancha del Olímpico del Batán, cuando antes nos metían de seis para arriba, fue el sacrilegio más grande que pudo cometer una selección solidaria y efectiva, que después de dos mundiales se posesionó como grande, ante la ira de los apeados de la CSF que imperceptiblemente están jugando sucio, aunque en la mesa de negociaciones se den la mano y muestren sus amarillentos dientes, en el gesto más claro de la hipocresía con que se mueven los intereses económicos.
En la era del predominio del capital financiero, en el fútbol pasan a un plano totalmente inferior el barrio, el puerto, el sindicato, la ciudad, la región, la nación o cualquier otro estandarte, sinónimo del futbolista, de su lucha, dedicación y cariño por su patria.
El fútbol siempre fue concebido como el espectáculo de masas, ideal para el lucro corporativo o individual, donde llegaron con sus largos tentáculos las multinacionales Coca Cola, Master Card y LG, por citar algunas, con el padrino-administrador, la FIFA, que tiene el don de tocar con una varita mágica a países y dirigentes y convertirlos en auténticas minas de oro, pero también puede hechizarlos y dejarlos impávidos, sin reacción ni protección, sin un aliado estratégico de peso como para que mueva su influencia y deje sin efecto una medida, que, paradójicamente tiene como premisa preservar la integridad del futbolista en el mundo, que en altura no tiene antecedentes patológicos de muerte o infartos, todo lo contrario, los 300 casos conocidos como fallecimientos en escenarios deportivos o cancha de fútbol, han sido en temperaturas de clima tropical y ciudades con extrema humedad.
Ahí está el triste epílogo del concepto. El Juego Limpio propugnado por la FIFA, no existe, pero es promovido y comulgado todos los domingos en nuestros estadios, por los niños pasabolas que llevan con fervor cívico-deportivo los banderines del "Fair Play", que, como primera medida, deben ser extirpados de nuestro fútbol, repudiando así una resolución de odio y discrimen contra las ciudades que tienen el privilegio de topar el cielo con un dedo…
GMR