El agotamiento propio y los deseos de venganza de Federer acaban con Nadal
El agotamiento propio y los deseos de venganza del suizo Roger Federer se unieron para acabar con la racha de victorias del español Rafael Nadal en la final del Masters Series de Hamburgo, donde el doble campeón de Roland Garros finalizó su racha de partidos invicto sobre tierra batida.
Las 81 victorias seguidas de Nadal sobre arcilla han tenido un desenlace casi previsto tras echar un vistazo al último tramo recorrido por Nadal, con presencia seguida en las tres finales de los torneos más importantes europeos sobre tierra después de Roland Garros.
Llegar a Roland Garros inmaculado en tierra desde abril del 2005, ganando 14 finales en esta superficie (contando Hamburgo) hubiera sido para el de Manacor un reto más mental que estadístico, y desde luego físico. Y al final así ha sido, porque acabar en la final alemana ha supuesto igual desgaste para el jugador español que este año si decidió acudir al torneo hamburgués.
Pocos le hubieran reprochado a Nadal que tras ganar las finales de Montecarlo y Roma finalmente no hubiera acudido a la cita alemana, pero aún así el español aceptó el compromiso (Federer también jugó los tres aunque cayó en los octavos de Roma) y a la postre, el desgaste físico y mental le pasaron factura.
Poco estaba de su parte para enfrentarse contra un Federer algo más fresco, enrabietado por sus últimos malos resultados en tierra, máxime cuando el suizo venía de pasar por lo que él mismo calificó como "una semana de locura" cuando hace tan solo unos diez días cayó en los octavos de final de Roma ante el italiano Filippo Volandri (53 del mundo) y rompió con su entrenador, el australiano Tony Roche.
Para Nadal ha sido demasiado estas tres últimas semanas. En Montecarlo ganó con soltura, en Roma ya se sintió cansado y en la épica semifinal contra el ruso Nikolay Davydenko su cara ya reflejaba el agotamiento. Pudo ganar luego con rotundidad al chileno Fernando González, y eso le dio fuerzas para seguir adelante con Hamburgo donde de vencer hoy se hubiera convertido en el primer tenista en hacerse con los tres Masters Series de tierra.
Dos gestos han marcado el torneo alemán en sus dos últimas jornadas. El de Nadal el sábado al finalizar su partido de semifinales contra el australiano Lleyton Hewitt cuando arrojó su raqueta al banquillo, nada más ganar el último punto, hastiado de tanto tenis, y el de Federer hoy al lograr su objetivo y derrotar por fin al español.
La acción de Federer fue más que expresiva. Su alegría por el triunfo reflejaba más que felicidad por cortar la racha de Nadal en tierra, el final de un largo camino, en el que a veces se ha sentido humillado por el de Manacor.
El 6-0 del último set, un "rosco" que Nadal no recibía desde el primer set de la final de Wimbledon del año pasado, precisamente ante Federer fue quizás algo injusto, pero el mismo "Rafa" admitió después que había perdido la mayor parte de su fuerza y que estaba cansado mentalmente.
El pago por jugar este año en Hamburgo puede resultar caro para doble vencedor de Roland Garros, aunque también le libera del compromiso de seguir ganando, a costa de lo que fuera y en París puede iniciar un nuevo ciclo. "Ahora tengo que empezar una nueva racha", dijo el español en tono irónico.
Para Federer sí ha supuesto un alivio y un esperanzador resultado. "Ha sido una increíble actuación por mi parte. He tenido un día formidable y es muy agradable jugar bien de nuevo. Además es mi primer título en tierra en un par de años", señaló.
Las 81 victorias seguidas de Nadal sobre arcilla han tenido un desenlace casi previsto tras echar un vistazo al último tramo recorrido por Nadal, con presencia seguida en las tres finales de los torneos más importantes europeos sobre tierra después de Roland Garros.
Llegar a Roland Garros inmaculado en tierra desde abril del 2005, ganando 14 finales en esta superficie (contando Hamburgo) hubiera sido para el de Manacor un reto más mental que estadístico, y desde luego físico. Y al final así ha sido, porque acabar en la final alemana ha supuesto igual desgaste para el jugador español que este año si decidió acudir al torneo hamburgués.
Pocos le hubieran reprochado a Nadal que tras ganar las finales de Montecarlo y Roma finalmente no hubiera acudido a la cita alemana, pero aún así el español aceptó el compromiso (Federer también jugó los tres aunque cayó en los octavos de Roma) y a la postre, el desgaste físico y mental le pasaron factura.
Poco estaba de su parte para enfrentarse contra un Federer algo más fresco, enrabietado por sus últimos malos resultados en tierra, máxime cuando el suizo venía de pasar por lo que él mismo calificó como "una semana de locura" cuando hace tan solo unos diez días cayó en los octavos de final de Roma ante el italiano Filippo Volandri (53 del mundo) y rompió con su entrenador, el australiano Tony Roche.
Para Nadal ha sido demasiado estas tres últimas semanas. En Montecarlo ganó con soltura, en Roma ya se sintió cansado y en la épica semifinal contra el ruso Nikolay Davydenko su cara ya reflejaba el agotamiento. Pudo ganar luego con rotundidad al chileno Fernando González, y eso le dio fuerzas para seguir adelante con Hamburgo donde de vencer hoy se hubiera convertido en el primer tenista en hacerse con los tres Masters Series de tierra.
Dos gestos han marcado el torneo alemán en sus dos últimas jornadas. El de Nadal el sábado al finalizar su partido de semifinales contra el australiano Lleyton Hewitt cuando arrojó su raqueta al banquillo, nada más ganar el último punto, hastiado de tanto tenis, y el de Federer hoy al lograr su objetivo y derrotar por fin al español.
La acción de Federer fue más que expresiva. Su alegría por el triunfo reflejaba más que felicidad por cortar la racha de Nadal en tierra, el final de un largo camino, en el que a veces se ha sentido humillado por el de Manacor.
El 6-0 del último set, un "rosco" que Nadal no recibía desde el primer set de la final de Wimbledon del año pasado, precisamente ante Federer fue quizás algo injusto, pero el mismo "Rafa" admitió después que había perdido la mayor parte de su fuerza y que estaba cansado mentalmente.
El pago por jugar este año en Hamburgo puede resultar caro para doble vencedor de Roland Garros, aunque también le libera del compromiso de seguir ganando, a costa de lo que fuera y en París puede iniciar un nuevo ciclo. "Ahora tengo que empezar una nueva racha", dijo el español en tono irónico.
Para Federer sí ha supuesto un alivio y un esperanzador resultado. "Ha sido una increíble actuación por mi parte. He tenido un día formidable y es muy agradable jugar bien de nuevo. Además es mi primer título en tierra en un par de años", señaló.