Al chinglish de Pekín le queda un suspiro.
Los Juegos Olímpicos no sólo se llevarán por delante buena parte de los hutong (calles antiguas) o de las más arraigadas costumbres urbanas, también están acabando con el famoso "chinglish", como se conoce popularmente al inglés mal escrito que aún puede verse en muchos letreros, señales y carteles.
Quien visite durante los Juegos, por ejemplo, el Parque de las Minorías Étnicas, en el centro de la ciudad, ya no podrá sorprenderse con el cartel en inglés que decía "Racist Park" (Parque Racista en español).
"Tenemos nuestro propio equipo de expertos de 35 chinos, famosos eruditos y profesores de lenguas extranjeras", dijo hoy Liu Yang, director del Programa de Lenguas Extranjeras impulsado por el Ayuntamiento, al explicar los avances que está haciendo Pekín para eliminar las aberraciones idiomáticas.
Son miles de carteles y letreros los que ha cambiado Pekín y miles los que aún tiene que corregir, pero para final de 2007 no quedará ningún gazapo a la vista.
Carreteras, aeropuertos, museos, teatros, monumentos, hospitales, recintos deportivos, comercios, estaciones de autobús, metro y tren y hasta los baños públicos, tendrán correctamente escrito el letrero "Exit" y todos los demás.
Sin embargo, quizás para los Juegos, los menús de los restaurantes sigan deparando hilarantes sorpresas a los angloparlantes, ya que todavía no existe un plan específico para eliminarlas.
Y es que los menús chinos son prácticamente intraducibles puesto que tienen platos que, traducidos literalmente, se llaman por ejemplo "fríe el oscuro invierno en el camino del sol", lo que dificulta sobremanera saber con seguridad qué vas a comer.
"No es posible traducir al inglés platos como 'gong bao ji ding' (que en español sería algo así como 'plato imperial de trozos de pollo cocinados a fuego alto'). Estamos consultando a los expertos, pero, ¿cómo traducir algunos de estos platos? Es ciertamente difícil", dijo Liu.
Lo que no parece tan difícil es que los pequineses aprendan idiomas, a juzgar por las cifras que baraja Liu, según el cual 4,87 millones de pequineses hablan inglés, lo que supone un 35,6 por ciento de la población, porcentaje que será mayor para cuando lleguen los Juegos.
De creerse a pies juntillas estas cifras, cualquier visitante, en caso de perderse en la gran ciudad, no tendría que parar a más de cuatro o cinco transeúntes en busca de indicaciones hasta topar con alguno que hable inglés, algo que de momento está muy lejos de suceder.
Como también lo está poder entenderse con los taxistas, a los cuales, según Liu, se les exige superar un sencillo examen de inglés básico para renovar cada año su licencia, pero hoy por hoy los gestos siguen siendo el mejor método de entenderse con un taxista para el analfabeto en mandarín.
No quiere dejar Pekín nada al azar para los Juegos Olímpicos, por lo que está a punto de condenar al "chinglish", esta simpática versión oriental del "spanglish", a la extinción, para lamento de los angloparlantes.
Quien visite durante los Juegos, por ejemplo, el Parque de las Minorías Étnicas, en el centro de la ciudad, ya no podrá sorprenderse con el cartel en inglés que decía "Racist Park" (Parque Racista en español).
"Tenemos nuestro propio equipo de expertos de 35 chinos, famosos eruditos y profesores de lenguas extranjeras", dijo hoy Liu Yang, director del Programa de Lenguas Extranjeras impulsado por el Ayuntamiento, al explicar los avances que está haciendo Pekín para eliminar las aberraciones idiomáticas.
Son miles de carteles y letreros los que ha cambiado Pekín y miles los que aún tiene que corregir, pero para final de 2007 no quedará ningún gazapo a la vista.
Carreteras, aeropuertos, museos, teatros, monumentos, hospitales, recintos deportivos, comercios, estaciones de autobús, metro y tren y hasta los baños públicos, tendrán correctamente escrito el letrero "Exit" y todos los demás.
Sin embargo, quizás para los Juegos, los menús de los restaurantes sigan deparando hilarantes sorpresas a los angloparlantes, ya que todavía no existe un plan específico para eliminarlas.
Y es que los menús chinos son prácticamente intraducibles puesto que tienen platos que, traducidos literalmente, se llaman por ejemplo "fríe el oscuro invierno en el camino del sol", lo que dificulta sobremanera saber con seguridad qué vas a comer.
"No es posible traducir al inglés platos como 'gong bao ji ding' (que en español sería algo así como 'plato imperial de trozos de pollo cocinados a fuego alto'). Estamos consultando a los expertos, pero, ¿cómo traducir algunos de estos platos? Es ciertamente difícil", dijo Liu.
Lo que no parece tan difícil es que los pequineses aprendan idiomas, a juzgar por las cifras que baraja Liu, según el cual 4,87 millones de pequineses hablan inglés, lo que supone un 35,6 por ciento de la población, porcentaje que será mayor para cuando lleguen los Juegos.
De creerse a pies juntillas estas cifras, cualquier visitante, en caso de perderse en la gran ciudad, no tendría que parar a más de cuatro o cinco transeúntes en busca de indicaciones hasta topar con alguno que hable inglés, algo que de momento está muy lejos de suceder.
Como también lo está poder entenderse con los taxistas, a los cuales, según Liu, se les exige superar un sencillo examen de inglés básico para renovar cada año su licencia, pero hoy por hoy los gestos siguen siendo el mejor método de entenderse con un taxista para el analfabeto en mandarín.
No quiere dejar Pekín nada al azar para los Juegos Olímpicos, por lo que está a punto de condenar al "chinglish", esta simpática versión oriental del "spanglish", a la extinción, para lamento de los angloparlantes.