La prensa argentina se ha despachado a gusto con Leo Messi y su actuación en la final de la Copa América, en la que la albiceleste cayó en la tanda de penaltis ante Chile. La línea editorial de Diario Olé, concretamente, ha sido la más dura señalando que el azulgrana “no merece el brazalete de capitán”.
Baj el título ‘Se le escapó la tortura’, el periodista y director del citado medio Leo Farinella deja frases de la contundencia de esta: “El mejor jugador del mundo no nos representa en los momentos importantes. Su actuación de ayer fue, directamente, indignante. Hay veces que se puede jugar bien, otras no. Pero nunca puede uno caminar y caminar ausente mientras los compañeros se pelan el traste. Ser el mejor no sólo da derechos. También, obligaciones”.
El texto íntegro de la editorial de Olé:
El equipo no dio la talla en otra final. Principalmente el capitán Messi, que deambuló por la cancha. Y ojo: esta vez no fue la poderosa Alemania sino Chile. “Es un karma, una tortura”, dijo Mascherano. ¿Hasta cuándo?
Basta de excusas. Basta, por favor. Un poco de respeto para esa gente que se abrazó al televisor o llegó como pudo y gastó lo que no tiene para verlo entre miles de chilenos en el Nacional de Chile. Nada. Hay que pedir perdón, agachar la cabeza como Messi sabe hacerlo perfectamente, y darle para adelante. Apretar los dientes para la próxima vez ser un equipo más parecido a Mascherano. Está mal puesta la cinta de capitán. Terminemos con esto. El mejor jugador del mundo no nos representa en los momentos importantes. Su actuación de ayer fue, directamente, indignante. Hay veces que se puede jugar bien, otras no. Pero nunca puede uno caminar y caminar ausente mientras los compañeros se pelan el traste. Ser el mejor no sólo da derechos. También, obligaciones. Esta era la gran oportunidad para tener una revancha de lo que fue la final del Mundial en Brasil, ésa que también perdimos, pero contra la gigante Alemania. Esta vez fue una dolorosa derrota por penales con Chile, pero no es eso lo más grave. Lo que más duele es la sensación que deja una Selección amarga. Amarga de amargura y también de la otra. Mascherano, Biglia, los defensores zafan. Pero nos faltó arriba. Bah, dejemos de dar vueltas. Nos faltó Messi. Y sin Messi y sin la idea, porque no hubo ninguna idea de juego en la final que tuviera algo que ver con lo que se intentó el resto de la Copa, Argentina fue muy parecido al equipo que Sabella intentó remendar para el combate en el Mundial. Defendimos fuerte, Chile buscó pero no inquietó. Entonces, no está ahí el lío. Está más adelante. La idea de Martino puede ser muy interesante pero éstos son los momentos en los que hay que sostenerla. Porque si en las difíciles vamos a aflojar, no son tan profundas nuestras convicciones. A las ideas, en todos los rubros, las ejecutan hombres. Y hay hombres que dan la talla en las finales, en los momentos importantes, y otros que no. Corta la bocha, diría Coco Basile. Argentina no tuvo casi nunca el control del balón, no tuvo circulación, no manejó el partido. Nada de nada. Y el coraje lo mostró para bancar el cero en el aspecto defensivo. No tuvo la convicción de sentirse superior y querer ganar la final. Esta derrota duele diferente que la del Mundial. No es tan importante, por supuesto. Pero aquella vez la tristeza fue porque se escapó de las manos un gran éxito por falta de eficacia en las situaciones generadas. Esta vez nos pasó lo peor que le puede pasar a un equipo argentino. No tuvo carácter. No jugó la final con la autoridad que la juegan los que están convencidos de ganarla. Si tanto pesa el hecho de no haber ganado nada, por favor, den vuelta la página y miren con alegría la vida que tienen. Toda la presión, el respeto y el miedo que decíamos tenían los chilenos, que lo percibíamos en las calles, dentro de la cancha cambió de camiseta. A todos los que hicieron el aguante en Santiago, en Buenos Aires o en cualquier rincón del mundo que un futbolero se pone la camiseta de la Selección, hay que pedirles perdón. Como pide perdón al borde de las lágrimas Mascherano. Pero sirve el perdón del que dejó todo en la cancha.
Una nueva decepción, una nueva angustia se apodera de la Selección. Otra vez pegamos en el palo y nos quedamos con las lágrimas, mientras otros enloquecen de felicidad. Es de una crueldad impensada este final, esta final. Karma, maldición, estigma, la palabra que quieras. Pero cuando tu mejor jugador, el mejor del mundo, mira para abajo y quiere que se lo trague la tierra, se esconde en ese subterráneo que lo lleva a algún lugar lejano, baja en una estación sin nombre y se queda parado mirando una y otra vez que el tren pasa y se va... El tren pasó otra vez en una final. Es hora de aceptar el problema y tomar decisiones fuertes. Felicitaciones, Chile. Otra vez será, Argentina. Ojalá.
Tomado: mundodeportivo.com - ole.com.ar
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