Sudáfrica devuelve al sur la Copa del Mundo de rugby, tras vencer a Inglaterra
Sudáfrica devolvió al hemisferio sur la Copa del Mundo de rugby, tras el paréntesis abierto hace cuatro años por Inglaterra, la primera selección del norte que conquistó el trofeo e infeliz víctima de los Springboks en la final de 2007.
La jerarquía del balón oval vuelve a entrar en una lógica que parece estar dominada por las naciones meridionales, las tres hegemónicas Nueva Zelanda, Australia y Sudáfrica, a las que en este Mundial se ha sumado una ascendente Argentina que llama con insistencia a la mesa de los elegidos y que por primera vez subió al podium.
La victoria de los Springboks pone un punto final afortunado para el hemisferio sur en un Mundial que comenzaron dominando con claridad, pero en el que Francia e Inglaterra les disputaron el dominio hasta el último partido.
El la particular guerra norte-sur que vive el rugby, los sureños han ocupado la primera y la tercera plaza, con victorias en ambas finales, la que dirimía la Copa Webb Ellis y la que los Pumas ganaron a los franceses por el bronce.
Con un juego dinámico basado en la rapidez de algunos de sus jugadores y con una defensa bien asentada, Sudáfrica logró su segundo título sin perder ningún partido y aupando a dos de sus jugadores a la categoría de máximos anotadores, Bryan Habana con ocho ensayos -con los que iguala el récord del neozelandés Jonah Lomu- y Percy Montgomery, con 105 puntos y una eficacia próxima a la perfección en los golpes de penalización.
Su bloque ha destacado por la solidez del juego, que ha superado con claridad a cada uno de sus adversarios. Debutaron sin problemas ante Samoa (59-7), humillaron a Inglaterra en la primera fase (36-0), tuvieron que emplearse a fondo para vencer a Tonga (30-25) y se pasearon contra Estados Unidos (64-15) para acabar líderes de su grupo.
Su único momento de flaqueza lo vivieron contra Fiyi en cuartos de final, en los que los oceánicos estuvieron a punto de dar la sorpresa antes de sucumbir (37-20).
La semifinal frente a Argentina se presentaba como un choque de estilos, pero los Springboks dominaron con claridad a los Pumas (37-13), ganándose un puesto en la final por segunda vez en su historia, tras haber ganado en 1995.
Los africanos derrotaron a Inglaterra en una final sin ensayos que se dirimió en el juego con el pie y en la que Montgomery estuvo más acertado que Jonny Wilkinson (6-15).
Era el segundo título para Sudáfrica, que entró en el concierto internacional del rugby en el Mundial de 1995, que organizaron en su territorio y que ganaron.
Deporte de blancos en un país de negros, el rugby no ha logrado separarse de la sombra del "apartheid" que de cuando en cuando planea sobre el equipo.
El penúltimo capítulo fue la imposición de Luke Watson en la selección, un jugador negro que debió aceptar a regañadientes el seleccionador, Jake White, para dar buena imagen.
Más allá de los problemas, Sudáfrica se ha revelado como el mejor equipo del Mundial, una situación que de salida parecía prometida a Nueva Zelanda.
Los "All blacks" sobrevolaron la primera fase, pero tropezaron en cuartos ante una Francia enrabietada por las críticas y ante un par de decisiones arbitrales litigiosas que frenaron en seco al que todo el mundo consideraba como el mejor equipo del momento.
Eliminados los neozelandeses, Australia tomó el relevo de la supremacía del sur, pero los Wallabies chocaron con una Inglaterra en alza y con un Wilkinson en estado de gracia, que en una reedición de la final de 2003, volvió a remontar el partido gracias a sus geniales golpes de pie (10-12).
Wilkinson, el máximo anotador de los Mundiales de todos los tiempos, también fue decisivo para la victoria de los de la rosa en la semifinal contra Francia (14-9).
El alto nivel deportivo se vio completado con un ambiente festivo, que ha permitido a los organizadores presumir de que el Mundial de rugby se ha convertido en el tercer evento deportivo planetario, por detrás de el de fútbol y de los Juegos Olímpicos.
Más de 2,25 millones de espectadores han llenado los estadios en los 48 partidos en los que se han visto pocas butacas vacías, lo que ha contribuido al lustre de la competición que ha conseguido extraordinarias cifras de audiencia en muchos países.
Nueva Zelanda tomará el relevo dentro de cuatro años con el listón alto y con una copa Webb Ellis que ha vuelto al sur de la mano de los Springboks. EFE
La jerarquía del balón oval vuelve a entrar en una lógica que parece estar dominada por las naciones meridionales, las tres hegemónicas Nueva Zelanda, Australia y Sudáfrica, a las que en este Mundial se ha sumado una ascendente Argentina que llama con insistencia a la mesa de los elegidos y que por primera vez subió al podium.
La victoria de los Springboks pone un punto final afortunado para el hemisferio sur en un Mundial que comenzaron dominando con claridad, pero en el que Francia e Inglaterra les disputaron el dominio hasta el último partido.
El la particular guerra norte-sur que vive el rugby, los sureños han ocupado la primera y la tercera plaza, con victorias en ambas finales, la que dirimía la Copa Webb Ellis y la que los Pumas ganaron a los franceses por el bronce.
Con un juego dinámico basado en la rapidez de algunos de sus jugadores y con una defensa bien asentada, Sudáfrica logró su segundo título sin perder ningún partido y aupando a dos de sus jugadores a la categoría de máximos anotadores, Bryan Habana con ocho ensayos -con los que iguala el récord del neozelandés Jonah Lomu- y Percy Montgomery, con 105 puntos y una eficacia próxima a la perfección en los golpes de penalización.
Su bloque ha destacado por la solidez del juego, que ha superado con claridad a cada uno de sus adversarios. Debutaron sin problemas ante Samoa (59-7), humillaron a Inglaterra en la primera fase (36-0), tuvieron que emplearse a fondo para vencer a Tonga (30-25) y se pasearon contra Estados Unidos (64-15) para acabar líderes de su grupo.
Su único momento de flaqueza lo vivieron contra Fiyi en cuartos de final, en los que los oceánicos estuvieron a punto de dar la sorpresa antes de sucumbir (37-20).
La semifinal frente a Argentina se presentaba como un choque de estilos, pero los Springboks dominaron con claridad a los Pumas (37-13), ganándose un puesto en la final por segunda vez en su historia, tras haber ganado en 1995.
Los africanos derrotaron a Inglaterra en una final sin ensayos que se dirimió en el juego con el pie y en la que Montgomery estuvo más acertado que Jonny Wilkinson (6-15).
Era el segundo título para Sudáfrica, que entró en el concierto internacional del rugby en el Mundial de 1995, que organizaron en su territorio y que ganaron.
Deporte de blancos en un país de negros, el rugby no ha logrado separarse de la sombra del "apartheid" que de cuando en cuando planea sobre el equipo.
El penúltimo capítulo fue la imposición de Luke Watson en la selección, un jugador negro que debió aceptar a regañadientes el seleccionador, Jake White, para dar buena imagen.
Más allá de los problemas, Sudáfrica se ha revelado como el mejor equipo del Mundial, una situación que de salida parecía prometida a Nueva Zelanda.
Los "All blacks" sobrevolaron la primera fase, pero tropezaron en cuartos ante una Francia enrabietada por las críticas y ante un par de decisiones arbitrales litigiosas que frenaron en seco al que todo el mundo consideraba como el mejor equipo del momento.
Eliminados los neozelandeses, Australia tomó el relevo de la supremacía del sur, pero los Wallabies chocaron con una Inglaterra en alza y con un Wilkinson en estado de gracia, que en una reedición de la final de 2003, volvió a remontar el partido gracias a sus geniales golpes de pie (10-12).
Wilkinson, el máximo anotador de los Mundiales de todos los tiempos, también fue decisivo para la victoria de los de la rosa en la semifinal contra Francia (14-9).
El alto nivel deportivo se vio completado con un ambiente festivo, que ha permitido a los organizadores presumir de que el Mundial de rugby se ha convertido en el tercer evento deportivo planetario, por detrás de el de fútbol y de los Juegos Olímpicos.
Más de 2,25 millones de espectadores han llenado los estadios en los 48 partidos en los que se han visto pocas butacas vacías, lo que ha contribuido al lustre de la competición que ha conseguido extraordinarias cifras de audiencia en muchos países.
Nueva Zelanda tomará el relevo dentro de cuatro años con el listón alto y con una copa Webb Ellis que ha vuelto al sur de la mano de los Springboks. EFE