El Manchester vuelve al escenario del milagro, nueve años después.
Casi nueve años después del
"milagro", el Manchester United regresará este miércoles al Camp
Nou, escenario de su mayor gesta europea, un increíble triunfo con
dos goles en los minutos finales ante el Bayern Múnich, que
convirtieron a Barcelona en una ciudad mágica a ojos de los
aficionados de los "diablos rojos".
"El milagro en el Nou Camp", titula Ferguson el primer capítulo de su autobiografía ("dirigiendo mi vida") y no hace sino reflejar el sentir general. Porque, entonces, cuando el danés Peter Schmeichel se encaminaba desde su portería hacia el área rival para tratar de rematar un saque de esquina, camino del minuto 90, todos daban por hecho que el Bayern recuperaría el trono continental y el Manchester sumaría una nueva decepción.
Era el 26 de mayo de 1999, el día que Matt Busby debía haber cumplido 90 años, y contra un equipo de Múnich, donde 41 años antes había fallecido parte de la mejor generación del fútbol inglés. Por eso, el Manchester se sentía elegido para la gloria, pero un tanto de Mario Basler, en el minuto 6, y la decepcionante respuesta del equipo Ferguson, habían acabado con casi todas sus esperanzas.
Horas antes, alemanes e ingleses separados por unos pocos kilómetros en la Ciudad Condal, habían demostrado lo sedientos que estaban bajo el sol y rivalizaban sobre quién podía consumir más litros de cerveza. Tanto que, la inesperada conclusión del duelo, pilló a muchos con el paso cambiado, festejando una derrota o sollozando por el triunfo.
En Las Ramblas, tomadas por los ingleses, se habían mezclado camisetas del 68, el año de la hasta entonces única Copa de Europa del Manchester, con las del 99. Padres que habían aclamado a George Best con hijos que hablaban del juego de David Beckham y creían ver a Victoria Adams en cada balcón. Galeses con la camiseta de Ryan Giggs y una pareja irlandesa que había jurado casarse si los de Ferguson eran campeones de Europa.
La desesperada carrera de Schmeichel hacia la meta de Oliver Kahn llevaba la angustia de todos ellos, que albergaban una última esperanza, pese a que el Bayern había sido superior, e, incluso, se había quedado a centímetros de la sentencia, con el balón que lanzó al poste Mehmet Scholl, en el minuto 79.
Sin embargo, ese saque de esquina lanzado por David Beckham, que fue mal rematado por Giggs y que Teddy Sheringham empujó a la red, cambió el rumbo de la historia. El Bayern, en estado de shock, no pudo reaccionar, cedió un nuevo córner, de nuevo lanzado por Beckham y tocado por Sheringham, que encontró un último rematador en el noruego Ole Gunnar Solskjaer, otro suplente convertido en "héroe por accidente".
La explosión de júbilo de la mitad del Camp Nou contrastó con la desolación de la otra mitad y no hubo consuelo posible para Oliver Kahn, ni quien lo sacase del fondo de su portería. Hace un par de semanas, cuando Kahn se acercó al "Pato" Abbondanzieri (Getafe) para consolarle, sabía cómo se sentía el meta argentino.
Tampoco hubo quien sacase a los jugadores del Manchester del Camp Nou. Sobre el terreno de juego, al que había bajado impecablemente trajeado el capitán Roy Keane, ausente por sanción, la plantilla de los "diablos rojos" vagó sin rumbo durante 45 minutos, agradecida a una afición que desde las gradas entonaba, con un punto de sorna, "always look on the bright side of life" (mira siempre el lado positivo de la vida) de la Vida de Brian".
El "milagro del Camp Nou" culminó la temporada de mayor gloria del Manchester, que en diez días, del 16 al 26 de mayo, ganó la Liga, la Copa de Inglaterra y la Copa de Europa, una "triple corona" que tan sólo han conseguido 8 equipos en toda la historia y que nadie ha repetido desde entonces.
Nueve años después, regresa a Barcelona con el mismo técnico, Alex Ferguson, un "dictador benevolente" que ha logrado 20 títulos en 21 años y mantiene la filosofía de Matt Busby: "El Manchester está obligado a jugar al ataque, porque su partido es, para muchos de los aficionados que tienen que trabajar duro a diario, el único momento excitante de la semana". EFE
"El milagro en el Nou Camp", titula Ferguson el primer capítulo de su autobiografía ("dirigiendo mi vida") y no hace sino reflejar el sentir general. Porque, entonces, cuando el danés Peter Schmeichel se encaminaba desde su portería hacia el área rival para tratar de rematar un saque de esquina, camino del minuto 90, todos daban por hecho que el Bayern recuperaría el trono continental y el Manchester sumaría una nueva decepción.
Era el 26 de mayo de 1999, el día que Matt Busby debía haber cumplido 90 años, y contra un equipo de Múnich, donde 41 años antes había fallecido parte de la mejor generación del fútbol inglés. Por eso, el Manchester se sentía elegido para la gloria, pero un tanto de Mario Basler, en el minuto 6, y la decepcionante respuesta del equipo Ferguson, habían acabado con casi todas sus esperanzas.
Horas antes, alemanes e ingleses separados por unos pocos kilómetros en la Ciudad Condal, habían demostrado lo sedientos que estaban bajo el sol y rivalizaban sobre quién podía consumir más litros de cerveza. Tanto que, la inesperada conclusión del duelo, pilló a muchos con el paso cambiado, festejando una derrota o sollozando por el triunfo.
En Las Ramblas, tomadas por los ingleses, se habían mezclado camisetas del 68, el año de la hasta entonces única Copa de Europa del Manchester, con las del 99. Padres que habían aclamado a George Best con hijos que hablaban del juego de David Beckham y creían ver a Victoria Adams en cada balcón. Galeses con la camiseta de Ryan Giggs y una pareja irlandesa que había jurado casarse si los de Ferguson eran campeones de Europa.
La desesperada carrera de Schmeichel hacia la meta de Oliver Kahn llevaba la angustia de todos ellos, que albergaban una última esperanza, pese a que el Bayern había sido superior, e, incluso, se había quedado a centímetros de la sentencia, con el balón que lanzó al poste Mehmet Scholl, en el minuto 79.
Sin embargo, ese saque de esquina lanzado por David Beckham, que fue mal rematado por Giggs y que Teddy Sheringham empujó a la red, cambió el rumbo de la historia. El Bayern, en estado de shock, no pudo reaccionar, cedió un nuevo córner, de nuevo lanzado por Beckham y tocado por Sheringham, que encontró un último rematador en el noruego Ole Gunnar Solskjaer, otro suplente convertido en "héroe por accidente".
La explosión de júbilo de la mitad del Camp Nou contrastó con la desolación de la otra mitad y no hubo consuelo posible para Oliver Kahn, ni quien lo sacase del fondo de su portería. Hace un par de semanas, cuando Kahn se acercó al "Pato" Abbondanzieri (Getafe) para consolarle, sabía cómo se sentía el meta argentino.
Tampoco hubo quien sacase a los jugadores del Manchester del Camp Nou. Sobre el terreno de juego, al que había bajado impecablemente trajeado el capitán Roy Keane, ausente por sanción, la plantilla de los "diablos rojos" vagó sin rumbo durante 45 minutos, agradecida a una afición que desde las gradas entonaba, con un punto de sorna, "always look on the bright side of life" (mira siempre el lado positivo de la vida) de la Vida de Brian".
El "milagro del Camp Nou" culminó la temporada de mayor gloria del Manchester, que en diez días, del 16 al 26 de mayo, ganó la Liga, la Copa de Inglaterra y la Copa de Europa, una "triple corona" que tan sólo han conseguido 8 equipos en toda la historia y que nadie ha repetido desde entonces.
Nueve años después, regresa a Barcelona con el mismo técnico, Alex Ferguson, un "dictador benevolente" que ha logrado 20 títulos en 21 años y mantiene la filosofía de Matt Busby: "El Manchester está obligado a jugar al ataque, porque su partido es, para muchos de los aficionados que tienen que trabajar duro a diario, el único momento excitante de la semana". EFE