Geoff Hurst, Paolo Rossi, Romário, Ronaldo, Roger Milla... La simple mención de los nombres de estas leyendas del fútbol trae una serie de recuerdos sobre sus brillantes carreras. Entre ellos destacan, obviamente, sus hazañas en la Copa Mundial de la FIFA™. No cabe duda de que ocupan un lugar noble en el cuadro de honor del torneo.
Pero, ¿y si decimos que, meses o semanas antes de sus respectivas presentaciones de gala, estos cinco astros ni siquiera estaban seguros de participar en el certamen? Estos cinco futbolistas —así como otro puñado de ellos— fueron incorporaciones de última hora a sus selecciones, por motivos y situaciones diversas, y componen una lista única de jugadores determinantes dentro de la cancha, que al mismo tiempo hace pensar en apasionantes realidades paralelas para el universo del deporte rey.
¿Y si Rossi no hubiese jugado en España 1982? ¿Habría sido campeona la mítica Seleção de Zico, Sócrates y compañía? En una edición de EE UU 1994 sin Romário, ¿conquistaría Italia entonces su tercer título? Estas preguntas quedan circunscritas al campo de las hipótesis, porque ya sabemos cómo transcurrió la historia. Aún así, FIFA.com ha querido recordar varios de esos casos.
Goleadores que casi no lo fueron:
La fama de los delanteros centro brasileños no ha dejado de recorrer el mundo con el transcurso de las décadas. Pero, de no haber sido por la existencia de Romário y Ronaldo, es evidente que el aura existente en torno a este puesto en el combinado sudamericano cambiaría sensiblemente.
En las estadísticas oficiales de la primera Copa Mundial de la FIFA disputada en tierras estadounidenses, Baixinho figura como máximo realizador y Balón de Oro del torneo. Estos registros históricos no hacen sospechar lo más mínimo que su presencia estuvo seriamente amenazada.
Tras enfadarse por ser reserva en un amistoso contra Alemania, el atacante fue apartado de la selección durante más de año y medio, y apenas participó en la competición preliminar. Regresaría en un momento crucial: en septiembre de 1993, Brasil corría el riesgo de tener que pasar por la repesca intercontinental contra Australia, si tropezaba contra Uruguay en la última jornada.
En una situación de presión extrema, con más de 100.000 espectadores en el Maracaná, Romário fue convocado al fin por Carlos Alberto Parreira. En su único encuentro de aquella campaña, firmó dos goles —uno de ellos antológico— y no solo aseguró su propia participación en el Mundial, sino la de todo el equipo. “Siempre que disputaba un partido decisivo, parecía que me quedaba más tranquilo. Por eso siempre se me han dado bien las finales. Durante la semana dije que iba a ganar aquel partido, y que después traería el Mundial”, afirmó el artillero, con su habitual confianza en sí mismo.
Ocho años más tarde, Ronaldo se encontraba en una situación diferente. Había pasado por una dura secuencia de lesiones y operaciones en la rodilla. Su actuación en el Mundial de 2002 era cuestionada, aunque lo peor quizás fuesen los interrogantes acerca de la continuidad de su carrera. No jugó ni un solo partido de la competición preliminar, pero después de una clasificación sufrida Luiz Felipe Scolari estaba dispuesto a esperar hasta el último momento para poder incluir al número 9 en su convocatoria. “Aunque le estaba costando recuperarse, si trabajaba bien podía conseguirlo”, afirmó el entrenador. Y no solo lo logró, sino que materializó ocho dianas, dos de ellas en la final. El Fenómeno estaba de vuelta.
Seis goles y premios:
Pero esta épica de los goleadores no se restringe a los brasileños. Fijémonos en la Squadra Azzurra. En 1982, Paolo Rossi había acabado de cumplir una sanción de dos años. En abril, regresó a los terrenos de juego. Pero su seleccionador, Enzo Bearzot, estaba decidido a incluirlo en el once inicial, y siguió contando con él incluso después de un flojo inicio del torneo, con tres empates, lo que le valió muchas críticas.
No obstante, en la segunda fase Rossi se transformó por completo. Primero hizo añicos el sueño de los brasileños de Telê Santana, al marcar una tripleta. Después anotó otros dos goles, contra Polonia. En la final, ante Alemania, volvió a ver puerta. “Sin Rossi, yo no habría tenido un delantero oportunista dentro del área”, explicó Bearzot. “Ahí él era muy bueno, rápido, y siempre estaba preparado para aprovechar una distracción del contrario”.
En 1990, ahora ante su público, el fútbol italiano asistió al surgimiento de una estrella llamada Salvatore “Totò” Schillaci. Después de pasar prácticamente toda su carrera fuera de la élite con el Messina, el delantero centro fichó por el potente Juventus en 1989. Una temporada en la máxima categoría le bastó para conseguir un puesto en el torneo mundialista. Y atención a este detalle: ¡en su primera convocatoria!
Suplente de inicio, sustituyó a Andrea Carnevale en el debut de los suyos, contra Austria, y tres minutos después hizo el gol de la victoria. Marcaría otros cinco, y se adjudicó tanto la Bota de Oro como el Balón de Oro. “Ni un loco habría imaginado lo que iba a sucederme. Hay periodos en la vida de un futbolista en los que es capaz de todo. No tiene más que respirar y enviar el balón al fondo de las redes. Estaba en estado de gracia. Alguien allá arriba decidió que Totò Schillaci iba a convertirse en el héroe de Italia”, dijo el siciliano, que únicamente marcaría un gol más con su selección, de la que se despidió en septiembre de 1991.
Sir o no sir:
También en 1990, un futbolista ya consolidado viviría en Italia su mayor momento de gloria, a los 38 años, aun después de haber anunciado que ya no volvería a vestir los colores de su país. De no haber sido por la llamada de los seguidores cameruneses, Roger Milla no hubiera regresado para disputar un segundo Mundial, en el que marcó cuatro tantos. Curiosamente, en 1982 ya se había medido con Rossi.
“Uno de mis mayores motivos de orgullo reside en el hecho de que fue el pueblo camerunés el que me empujó a volver”, explicó Milla a FIFA.com, recordando la campaña espectacular de los Leones Indomables, eliminados en cuartos de final. “Al regresar a la selección, fui muy bien recibido por los jóvenes, pero no tanto por los veteranos, que se habían aliado contra mí. Todo volvió a estar en orden en cuanto marqué un gol”.
Pero todavía tardaría mucho en colgar las botas. Disputó asimismo el torneo de 1994, convirtiéndose en el jugador más viejo en ver puerta en el certamen, a los 42 años. Era el último capítulo de una carrera memorable, en el mejor escenario posible. Y también la mejor ocasión para dar inicio a una leyenda.
A los 24 años, Geoffrey Charles Hurst se estrenó con la selección inglesa poco antes del Mundial, en un amistoso frente a Alemania, el 23 de febrero de 1966. Rindió a un buen nivel en aquellas pruebas, lo que le valió un puesto en el conjunto inglés que ejercería de anfitrión. Sin embargo, dos malas actuaciones ya a las puertas del torneo lo situaron en el banco de reservas, como suplente de Jimmy Greaves y Roger Hunt.
Ese fue el tándem elegido por Alf Ramsey durante tres jornadas, hasta que Greaves sufrió un corte profundo en una pierna. Tuvo que recibir puntos, y no estaba en condiciones de jugar contra Argentina en cuartos de final, de modo que el joven ariete tuvo su oportunidad. Hurst anotó el tanto del triunfo, y se quedó en el equipo hasta la final, en la que brillaría todavía más, convirtiéndose en el primer jugador, y hasta la fecha único, en marcar tres goles en un choque por el título mundial. Todo ello gracias a que Ramsey hizo caso omiso a las peticiones de devolver la titularidad a Greaves.
“Si repasamos la historia del éxito de Inglaterra en 1966, nos daremos cuenta de que Martin Peters no jugó con Inglaterra sino hasta dos meses antes de la final, y que yo no hice mi debut con la selección sino hasta febrero de aquel año, ¡y los dos marcamos en el partido decisivo!”, contó Hurst a FIFA.com. “Así que cuando la gente dice que es demasiado temprano para esos jóvenes, yo replico que la historia no les da la razón”.
¿Reserva quién?:
Pero esta lista no se compone solamente de goleadores. También hay jugadores que llegaron al Mundial, contra todo pronóstico, con la misión de evitar tantos, como el arquero argentino Sergio Goycochea. Milla no llegó a enfrentarse a él en Italia 1990, pero Schillaci sí. Era reserva de Nery Pumpido en River Plate, y acabó siendo llamado para desempeñar ese mismo papel en la selección, tras la negativa de Luis Islas a quedarse en el banquillo. Aun así, Pumpido se lesionaría en el segundo encuentro, contra la Unión Soviética, y Goycochea entró en la cancha. Rayó a gran altura, especialmente en los penales contra Yugoslavia e Italia, y contribuyó a situar a Argentina en la final.
La propia Argentina tiene un episodio curioso que contar sobre el torneo anterior, el de su segundo título, en México 1986. El central José “Tata” Brown había sufrido una grave lesión de rodilla dos años antes, y tuvo dificultades para recuperar su mejor forma. Regresó de Colombia a su país, para firmar con el modesto Deportivo Español. Su rodilla todavía no estaba al 100% y, tras unos partidos, acabó perdiendo el puesto. Pero para el seleccionador, Carlos Bilardo, eso no suponía impedimento alguno.
Brown se entrenó con sus compañeros y fue incluido en la lista definitiva, a pesar de las críticas. El defensor apenas daba crédito. El día del estreno de los rioplatenses en el torneo, se sorprendió todavía más cuando supo de boca del propio técnico que Daniel Passarella, en principio titular, no podría jugar. “Nadie me había dicho nada. El día del debut fui a desayunar y me crucé con Carlos [Bilardo], que salía. ‘Hola, Bron, ¿cómo estás?’, me pregunta. ‘Bien, por fin llegó el día’, le contesté. Se fue, enseguida se dio vuelta y me gritó: ‘Ah, Bron, mirá que jugás vos, ¿eh?”, recordó en una entrevista con la revista El Gráfico.
El zaguero disputó todos los partidos del Mundial, y marcó el primer gol en la final contra Alemania. Cuenta que se apoyó en Diego Armando Maradona para tomar impulso en el área, cabeceó el balón con fuerza y festejó el tanto sin llegar a ver entrar el esférico. Lloró dentro del campo durante la celebración, como había llorado cuando recibió un telegrama de su familia en el vestuario, antes de que empezase el torneo. “Ellos sabían todo lo que había sufrido para llegar ahí: los dos años luchando con la rodilla”.
Ahora, a menos de una semana del inicio de Brasil 2014, otros 736 jugadores se preparan para una Copa Mundial de la FIFA, cada uno con su propia trayectoria que contar. Muchos tienen el puesto asegurado desde hace tiempo en sus selecciones. Otros se han incorporado a última hora, y todavía se están presentando ante los técnicos. Sin embargo, todos ellos tienen la oportunidad de entrar en la historia.
Tomado de: http://es.fifa.com/newscentre/features/news/newsid=2355330/index.html