El fútbol fue injusto con Marc Bartra, justo con Bale, agradecido con el ímpetu del Real Madrid y duro con la leyenda del Barça, que en Mestalla entregó su grandeza a través de un Clásico de enorme tensión futbolística y de claras señales de futuro. El Barça. Este Barça, es más pasado que futuro y tiene un presente en que se dibuja el final de una época. Sin disimulo. Sin vuelta atrás.
A dos minutos del final el poste izquierdo de Casillas escupió un disparo de Neymar que hubiera llevado el partido a la prórroga y evidenció, ironías del fútbol, la diferencia final entre él y Bale esta temporada. El galés, correcaminos impresionante, marcó un gol de bandera, el gol de la final y probablemente el mejor del año en España; el brasileño, castigado por Martino durante demasiados minutos a la banda derecha, se las vio y se las deseo para mostrar algo de provecho.
A fin de cuentas podría decirse que el Barça perdió porque vivió en el alambre de la manera más peligrosa que se recuerda. Roto por el eje, cada pérdida de balón en la zona de medios madridista desembocaba en un susto tras otro, pasando la zaga azulgrana por verdaderos problemas ante la agitación ofensiva del equipo de Ancelotti, quien debió descubrir a través de los partidos de su rival ante el Atlético cómo anularle.
En diez minutos la final comenzó a pintarse de blanco. Una nula cobertura de Alves, que completó un partido tácticamente horrible y físicamente desastroso, facilitó la segunda contra madridista, que acabó con un disparo raso y cruzado de Di Maria que superó a Pinto, incapaz de mostrar los galones que se le suponen a un portero de primerísimo nivel. Sin ser el responsable máximo del gol, no llegó a evitarlo cuando no era un disparo imparable.
A partir de esa jugada la depresión se adueñó del Barça en la misma medida que creció el ánimo merengue. Con Cesc inerte, Messi desaparecido, Iniesta exigido en demasía y Xavi desbordado, la presión azulgrana en territorio enemigo era poco menos que una broma y la comodidad blanca llegó en ocasiones a ser insultante.
Al descanso se diría que el premio para el Madrid incluso era poco y mucha la fortuna del Barça por el resultado tan ajustado. No precisó el equipo blanco sumar ocasiones para mostrar su superioridad, por mucho que el balón, la posesión, estuviera en el otro bando. Una historia conocida y que ofrece demasiadas lecturas. A veces interesadas.
Esperándose un cambio de escenario en la segunda mitad, fue el Madrid el que en el minuto tres remató primero a puerta y en los primeros diez de este segundo acto llegó a parecer el partido un abuso constante, frente a un rival desesperado en su propia impotencia.
¿MESSI? ¡BARTRA!
La imagen decandente del equipo de Martino parecía llegar al máximo cuando el joven Bartra pareció dar un golpe sobre la mesa. Tomó un balón en el ángulo derecho del ataque, lejano, y soltó un zambombazo que sorprendiendo a Mestalla en pleno despertó de golpe a su equipo. Toco a arrebato el canterano, ante la falta de liderazgo de sus compañeros, y el equipo se decidió a acompañarle.
Al cabo de una hora, larga, de partido, Martino entendió, por fin, que Cesc era más problema que solución y dio entrada en su lugar a Pedro en busca de profundidad. Se estiró el Barça, dio un paso atrás el Madrid y la final cambió poco a poco de color. Aunque en todo ese cambio no se adivinó, nunca, la presencia de Messi.
Leo pasó de puntillas por la final, atado en corto cerca del área, controlado con acierto en el medio y mezclando una imagen indolente y desesperada que pareció contagiar a todo el barcelonismo.
Pero por unos minutos, no demasiados, el Barça dio a entender que puede ser más que su ídolo y que a falta de su brillantez tenía la capacidad de sobrevivir en alguna jugada aislada. Fue en un corner, al que respondió Bartra, él mejor azulgrana en Valencia, con un cabezazo primoroso que superó a Casillas.
Encendido el grupo de Martino, el golpe atontó al Madrid, incrédulo ante ese cambio de escenario que le puso contra las cuerdas. Pero se adivinó a fin de cuentas un cambio falso por cuanto el dominio barcelonista no se tradujo en ocasiones claras...
Y a la que se dirigía el partido a la prórroga llegó el golpe de gracia. Otra vez con Alves de protagonista principal aunque en la fotografía saliera Bartra. El brasileño volvió a quedarse fuera de onda en un ataque de su equipo y Bale tomó la autopista con destreza y una velocidad y fotaleza que se llevó por delante al bueno de Bartra. Alcanzó el área, encaró a Pinto y mató la final. Soberbio. Sobrenatural.
Esperando unos a Messi, fue Gareth Bale quien decidió la suerte de la Copa con una jugada para recordar. Y para acabar el poste. El que escupió el desesperado disparo de Neymar para catapultar la diferencia de los dos ases que llegaron el pasado verano al fútbol español.
El Madrid volvió a arrodillar en Mestalla, como hace tres años, y desempató la historia de sus finales. Pero esta vez, a diferencia de lo ocurrido en 2011, promete provocar consecuencias en el Camp Nou. Se podrá decir que cayó con la cabeza alta, sí, pero el Barça evidenció estar a un final de recorrido indisimulado. El Real le dio la puntilla.
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