Inclasificable. Es difícil catalogar lo que Marc Márquez ha firmado en el circuito Ricardo Tormo. Será una muesca más en esa canana cargada con éxitos. Una de esas gestas que ya ha sumado a un repertorio incuantificable, con carreras memorables como aquella de Estoril, hace dos años, cuando hizo lo imposible para alcanzar una victoria impensable. O la de Phillip Island, en 2011, cuando partió último y concluyó tercero. O esa de Motegi, cuando el cambió se trabó y tuvo que sortear a todos los adversarios simulando una partida de videojuego.
Lo de hoy fue un paso más allá. Una exposición difícil de encontrar en la historia del motociclismo. Una remontada histórica. No hay guión que pudiera registrar una proeza de tanta envergadura. Marc, sancionado el viernes por una maniobra al límite con Crsi, partía el 33 en parrilla. Con el asfalto mojado y en una circuito en el que sólo existe una trayectoria, donde adelantar es un riesgo demasiado alto, con un test de MotoGP en vistas para el próximo martes y en su última carrera de Moto2, Márquez posiblemente rubricó la mejor carrera de su vida. Junto a él, en el podio, revitalizados, se ubicaron otros dos españoles, Julián Simón y Nico Terol, con dos grandes actuaciones.
Pero lo de Márquez no es de esta categoría. Tanto que incluso el defensa del Barça Carles Puyol, en una red social, se preguntó si este chaval caminaba sobre las aguas con una MotoGP en lugar de una moto de 100 CV. Su pericia en cualquier condición ya había quedado demostrado. Quizás no tanto en agua. En Le Mans, este año, se fue al suelo casi a las primeras de cambio. Y ésta era una espinita que ayer quedó definitivamente al aire. Y en su última participación en Moto2 antes de encaramarse a la Honda Repsol.
En poco más de un kilómetro quedó casi resuelta la mitad de la carrera. En un parcial, colándose por rendijas aparentemente imposibles, Marc se abrió paso y recuperó hasta 20 posiciones, en un remedo de lo que sucedió en Japón, hace algunas semanas. Luego se encontró con un pelotón más combativo, aunque algunos fueron cayendo ante sus ojos, como Simeón o Zarco. Marc alcanzó la tercera plaza con Simón y Terol por delante, a más de siete segundos. Alzamora le hacía señas desde el muro pidiéndole calma, algo que desobedeció su piloto.
"No voy a arriesgar tanto, no penséis en una remontada como en Japón", avisó el día previo. Mentía. Su osadía y el amor propio por cerrar el año de la mejor forma posible lo empujaron como nunca. Y fue enjugando la diferencia respecto a sus adversarios. Hasta cazarlos a falta de tres vueltas. Primero con Nico, al que superó en un adelantamiento muy ceñido. Después, entrando casi en la última vuelta, a Simón, en la recta. Su equipo lo recibió colgado de la valla, algunos con lágrimas en los ojos. Normal, muchos ya no podrán disfrutar de exhibiciones como éste a su lado.
Información extraída de Marca.com